Ing. M.Sc. Fernando S. Gonzáles Huiman
fsgh_dito@yahoo.es
El Desarrollo Sostenible constituye hoy una prioridad de las agendas políticas internacionales que ha ido ganando adhesiones progresivas, no exentas de críticas, y que han ido concretándose en normativas y en convenios mundiales específicos tales como Biodiversidad, Cambio Climático, Bosques, Agua, Suelos, Educación... Estas iniciativas están contribuyendo a una mayor convergencia mundial sobre los instrumentos de planificación socioambiental, aun a sabiendas de que la base de la organización, de la producción y del consumo de las sociedades más desarrolladas abriga un sinfín de contradicciones en cuyo seno se ha gestado el concepto de crisis ambiental, que abarca no sólo cuestiones relativas al agotamiento de recursos, al efecto invernadero, a la contaminación de mares y al desequilibrio general de los ecosistemas, sino también desigualdades económicas, pobreza, dispar distribución de recursos, conflictos bélicos, equidad y justicia social.
La iniciativa llevada a cabo por la UNESCO en la declaración del Decenio de la Educación para el Desarrollo Sostenible (DEDS), constituye otro de estos instrumentos de convergencia internacional. En este artículo se realiza una evaluación crítica de los objetivos, de los fundamentos, de los retos y de las oportunidades del Decenio, a partir del análisis de los principios y de las metas recogidas en el Plan Internacional de aplicación del Decenio de las Naciones Unidas de la EDS.
En esencia, la Década de la Educación para el Desarrollo Sostenible se propone impulsar una educación solidaria que contribuya a una correcta percepción del estado del mundo, que sea capaz de generar actitudes y compromisos responsables, y que prepare a los ciudadanos para una toma de decisiones fundamentadas dirigidas al logro de un desarrollo culturalmente plural, socialmente justo y ecológicamente sostenible, que supere las posiciones antropocéntricas clásicas y que esté orientada a la búsqueda de modelos más comprensivos e inteligentes de interacción con los ecosistemas.
Este cambio de modelos requiere acciones e instrumentos diversos que transformen nuestras actitudes, nuestros estilos de vida, nuestros patrones de participación social, y nuestras concepciones sobre los instrumentos sociales y sobre las formas de hacer política. El reto que tiene la Educación Ambiental para el Desarrollo Sostenible (EADS) y para la investigación educativa ante estas cuestiones, es el de abordar diagnósticos amplios que permitan objetivar los avances y evaluar los resultados de las acciones a corto, medio y largo plazo. Las acciones
de alfabetización ambiental no tienen por qué ser estrictamente individuales ni estar limitadas a la intervención escolar, porque los marcos de referencia de la sostenibilidad exigen intervenir desde las coordenadas de la sociedad del conocimiento, y desde la multiplicidad de contextos profesionales, sociopolíticos, empresariales, asociativos y no gubernamentales de cada territorio.
A cinco años de la puesta en marcha de la iniciativa, merece la pena marcar el punto de partida de ésta para poder establecer un balance de logros a corto, medio y largo plazo, a medida que avance la década. El trabajo comienza con una justificación de la iniciativa, enmarcada en un listado de antecedentes internacionales, que, de una u otra forma, le han servido de base. También se describen las tensiones conceptuales y los debates terminológicos ocasionados por el concepto desarrollo sostenible (DS), frente a campos disciplinares con tradición como el de la educación ambiental (EA). Finalmente, se hace un examen evaluativo de los retos y de las oportunidades del Decenio, así como un balance crítico de las expectativas que se abren con esta iniciativa en diferentes escenarios institucionales y en distintos contextos sociales, con una mención explícita a las implicaciones y a los logros que se esperan alcanzar al cabo del Decenio, señalando preocupaciones latentes sobre la viabilidad de conseguir resultados tangibles a corto, medio y largo plazo.
El Decenio de la Educación para el Desarrollo Sostenible
La Conferencia de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y el Desarrollo, celebrada en Río de Janeiro en 1992, ha contribuido de forma notable a impulsar el uso generalizado del término desarrollo sostenible, reafirmando su interés conceptual y su necesidad como instrumento de planificación estratégica para la solución de los problemas ambientales contemporáneos. A pesar de su ambigüedad, el término ha sido aceptado por la comunidad internacional (Tesalónica, 1997 y Johannesburgo, 2002) como un motor de reflexión y de cambio hacia modelos más respetuosos con los recursos naturales del planeta. Por desarrollo sostenible el Informe Brundtland entiende que es:
[...] el desarrollo que satisface las necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades.
El Libro blanco de la educación ambiental en España (Calvo y Corrales, 1999, p. 23) señala que el concepto tiene el acierto de esbozar una filosofía y de apuntar una dirección general de actuación que puede ser útil, señalando como rasgos básicos los siguientes:
- Deja clara la necesidad de conservar los recursos naturales.
- Asume la existencia de límites físicos que hacen imposible el crecimiento sin fin.
- Enfatiza la necesidad de alcanzar objetivos sociales (satisfacer las necesidades de la generación actual y las de las futuras), en lugar de objetivos individuales.
- Está inspirado en la solidaridad intra e intergeneracional.
El papel que debe desempeñar la educación en este proceso de cambio queda recogido con toda claridad en los planteamientos que hace la UNESCO para la Década de la Educación para el Desarrollo Sostenible (2005-2014), a cuyo impulso y profundización ha de contribuir este período histórico:
El Decenio de las Naciones Unidas para la Educación con miras al Desarrollo Sostenible pretende promover la educación como fundamento de una sociedad más viable para la humanidad, e integrar el desarrollo sostenible en el sistema de enseñanza a todos los niveles.
El desarrollo sostenible, contemplado por la ONU como uno de los ocho grandes desafíos de la humanidad, está recogido en el Informe sobre los Objetivos del Milenio, en el que la propia Organización alerta acerca de que las buenas intenciones que acompañan al principio del desarrollo sostenible no se traducen en progresos suficientes para proteger el medio ambiente. Esto se puede comprobar a través de los siguientes datos:
- La pérdida de especies y la destrucción del hábitat continúan.
- En el último decenio se ha destruido una superficie equivalente a la de Venezuela.
- El planeta cuenta con 19 millones de metros cuadrados protegidos, lo que supone el 13% de la superficie terrestre, pero su gestión no se ajusta siempre a los objetivos de conservación.
- Las especies vegetales y animales siguen desapareciendo a un ritmo vertiginoso, sin precedentes, debido a la acción del ser humano.
- A todo ello se suma el efecto del cambio climático, en el que la mayoría de los gases de efecto invernadero los producen los países industrializados.
- La recuperación de la capa de ozono es uno de los mejores ejemplos de que la voluntad política posee un gran peso en el impulso de los temas ambientales.
- El mundo urbano también sufre la presión de la población, provocando éxodos masivos de las zonas rurales, lo que supone un total de más de 100 millones de ciudadanos al año.
- Más de 1.000 millones de personas habitan en viviendas infrahumanas en el mundo, y casi el triple carece de las condiciones mínimas de salubridad.
- Los efectos de la mundialización constituyen una amenaza para la supervivencia de las comunidades locales, en particular de las minorías étnicas y de los pueblos indígenas, así como de los bosques y de los hábitats de los que dependen esas comunidades. Las nuevas pautas del comercio y de la producción en el mundo plantean nuevos problemas de migración, de asentamiento, de infraestructura y de agotamiento de recursos.
Si bien hay motivos que permiten mantener cierto optimismo al observar determinadas tendencias en la evolución de los indicadores comunes, el Informe muestra más sombras que luces ante la gran responsabilidad de las decisiones de cooperación de los líderes políticos en estos temas.
Si en estos últimos cinco años del Decenio, los países desarrollados no apoyan a los que están en vías de desarrollo, se corre el riesgo de que estos países no puedan cumplir gran parte de los objetivos propuestos, y afirma que, por lo que no e debe de deja pasar esta oportunidad, se perderán millones de vidas humanas que podrían haberse salvado, se negarán muchas libertades que podrían haberse conseguido, y viviremos en un mundo más peligroso e inestable [...]. La de hoy es la primera generación que cuenta con los recursos y con la tecnología para hacer realidad para todos el derecho al desarrollo, y para poner a toda la especie humana al abrigo de la necesidad.
De forma paralela a los discursos optimistas, los propios informes que periódicamente elaboran las Naciones Unidas sobre la evolución de indicadores genéricos de Desarrollo Humano (UNDP, 2005, pp. 2-3) son bastante críticos con las declaraciones universales y con el grado de cumplimiento de los objetivos de las mismas: [...] el informe general de avances es deprimente. La mayoría de los países está mal encaminado para cumplir la mayor parte de los Objetivos de Desarrollo del Milenio. El desarrollo humano se está tambaleando en algunas áreas cruciales, y las desigualdades que ya eran profundas siguen aumentando8.
Muchos discursos diplomáticos, y no pocos términos corteses, intentan dar cuenta de la diferencia entre el progreso en desarrollo humano y la ambición plasmada en la Declaración del Milenio; sin embargo, ninguno de ellos debería empañar una verdad muy simple: no se está cumpliendo la promesa hecha a los pobres del mundo. Si se realizan hoy las inversiones y se ponen en marcha las políticas necesarias para alcanzar los ODM, aún se está a tiempo de cumplir la promesa de la Declaración del Milenio. Pero queda poco tiempo. Esta generación de líderes mundiales pasará a la historia como la de los que permitieron que fracasaran los ODM. En vez de comprometerse con acciones, la cumbre de la ONU podría dar lugar a otra ronda más de rimbombantes declaraciones por parte de los países ricos, cuya oferta constaría aún de más palabras y de ninguna acción. Un resultado como este tendría claras consecuencias para los pobres, pero en un mundo de amenazas y de oportunidades cada vez más interconectadas, ello también pondría en peligro la seguridad, la paz y la prosperidad del mundo.
Estos informes constituyen otra de las muchas pruebas del desafío que han de afrontar en esta y en las décadas venideras los gobiernos de los países ricos, en el marco de las múltiples alianzas mundiales para un desarrollo equitativo basado en evidencias y en pruebas convincentes. No hay cooperación internacional que pueda compensar aquellas acciones que los gobiernos dejan de hacer por no priorizar un desarrollo a escala humana, por no respetar los derechos humanos, por no hacerse cargo de las desigualdades, y por no poner fin a la corrupción. Todos estos asuntos vienen siendo atendidos por la educación ambiental desde hace algunos años. Las alianzas internacionales establecidas sobre este marco han propiciado los escenarios de cambio, aunque de modo paralelo los nuevos discursos llevan la responsabilidad a un terreno de nadie. Por eso, algunos autores se muestran especialmente beligerantes y escépticos con estas cuestiones:
Principios y objetivos inspiradores de la Década
La visión que se promueve en los debates y en los documentos con los que se ha abierto el programa de la Década de la Educación para el Desarrollo Sostenible, se centran en la construcción de un mundo en el que todos los ciudadanos del planeta tengan idéntica posibilidad de beneficiarse de las oportunidades que ofrece la educación para el aprendizaje de valores, de comportamientos y de estilos de vida requeridos por un futuro sostenible, y de una transformación positiva de la sociedad. Por todo eso, se plantean los siguientes objetivos:
- Promover un intenso desarrollo del papel central de la educación y del aprendizaje en el objetivo común del desarrollo sostenible.
- Favorecer las relaciones y las redes, el intercambio y la interacción entre los responsables del EDS.
- Crear espacios y oportunidades para redefinir y para promover una visión de transición hacia el desarrollo sostenible, mediante todas las modalidades posibles de aprendizaje y de desarrollo.
- Fomentar una mayor calidad de la enseñanza y del aprendizaje en la educación al servicio del desarrollo sostenible.
- Impulsar estrategias a todos los niveles para desarrollar capacidades en EDS.
Otras organizaciones, como la OEI, se han ido sumando a los propósitos de la Década plateando objetivos comunes:
- Incentivar una educación solidaria que contribuya a una correcta percepción del estado del mundo, que genere actitudes y comportamientos responsables, y que prepare para la toma de decisiones fundamentadas dirigidas al logro de un desarrollo culturalmente plural y físicamente sostenible.
- Contemplar los problemas ambientales y del desarrollo en su globalidad, teniendo en cuenta las repercusiones a corto, medio y largo plazo, tanto para una determinada colectividad como para el conjunto de la humanidad y de nuestro planeta.
- Comprender que no es sostenible un éxito que exija el fracaso de otros.
- Transformar la interdependencia planetaria y la mundialización en un proyecto plural, democrático y solidario.
- Promover un consumo responsable que se ajuste a las tres R (Reducir, Reutilizar y Reciclar), y que atienda a las demandas del “comercio justo”.
- Reivindicar e impulsar desarrollos tecno-científicos favorecedores de la sostenibilidad, con control social y con la aplicación sistemática del principio de precaución.
- Implantar acciones sociopolíticas en defensa de la solidaridad y de la protección del medio, a escala local y planetaria, que contribuyan a poner fin a los desequilibrios insostenibles y a los conflictos asociados, con una decidida defensa de la ampliación y de la generalización de los derechos humanos al conjunto de la población mundial, sin discriminaciones de ningún tipo (étnicas, de género, etc.).
- Superar la defensa de los intereses y de los valores particulares, y promover la comprensión de que la solidaridad y la protección global de la diversidad biológica y cultural constituyen requisitos imprescindibles para una auténtica solución de los problemas.
Por su parte, la UICN también ha desarrollado iniciativas en este sentido, orientadas al fomento de los objetivos de la Década:
- Conocimiento, por parte del público, de los principios en los que se asienta la sostenibilidad. La EDS juega un papel que va más allá de la propia discusión sobre la sostenibilidad, para pasar de la evolución del concepto a una visión en la que lo relevante es cómo se aplica en la práctica a los distintos contextos culturales y locales.
- Este proceso necesita la implicación de todos los sectores sociales, incluidas las empresas, el sector agrícola, el turismo, los gestores de recursos naturales, los gobiernos locales, los medios de comunicación... en el desarrollo y en la implementación de los programas.
- Formación contínua para todos. La capacitación permanente de los individuos y de las organizaciones es el mayor objetivo de cara al futuro. Por eso se pretende una educación de calidad y a lo largo de toda la vida para todos los individuos, independientemente de sus ocupaciones o de sus circunstancias. Sin el acceso a una educación básica e incluso superior, los países tendrán difícil acceso al desarrollo, y, por supuesto, más aún a un desarrollo que sea sostenible.
- La EDS es relevante para todas las naciones. Partiendo de la base de que son los países con niveles de educación más altos los que suponen una mayor amenaza para el desarrollo sostenible, la EDS plantea reorientar los programas educativos existentes en todos los países hacia los conocimientos (económicos, sociales y ambientales), las destrezas, las perspectivas y los valores inherentes a la sostenibilidad.
- Programas de formación especializados. Desarrollo de programas de formación adaptados a todos los sectores sociales, que les capaciten para conseguir un mundo sostenible.
Fundamentos del programa de trabajo del Decenio, y directrices territoriales
El documento admite que el Decenio es una iniciativa ambiciosa y compleja, ya que sus fundamentos conceptuales, las repercusiones socioeconómicas deseables y las incidencias esperadas en el medio ambiente y en la cultura, lo ponen en relación con casi todos los aspectos de la vida. La consideración de los problemas ambientales desde la globalidad que requieren, ha cambiado bastante en estos últimos años.
Lo que a mediados del siglo pasado era una minoritaria preocupación por las especies y los espacios, es hoy día centro de un debate mundial sobre el futuro de la humanidad. La nueva propuesta del desarrollo sostenible necesita aún una concreción que puede resultar difícil, y sólo sabremos su verdadera utilidad cuando logremos ir aplicando sus principios (Calvo, 1997a, p. 5).
La generalidad de las propuestas que incluye el plan del Decenio y la falta de concreción de las mismas, hace que el documento, en algunos casos, tenga una orientación demasiado etérea. Entre los fundamentos y los principios en los que se inspira, destacamos:
- El DEDS incluirá todos los ámbitos del desarrollo humano y tendrá en cuenta los acuciantes desafíos que el mundo afronta, así como las grandes transformaciones y los profundos cambios que nos han de llegar, atendiendo como dimensiones de primer orden los derechos humanos, la paz, la seguridad mundial, la igualdad entre los sexos, la diversidad cultural, la convivencia intercultural, la salud, la gobernanza, los recursos naturales, el cambio climático, el desarrollo rural, la urbanización sostenible, la prevención y la mitigación de catástrofes, la reducción de la pobreza, la responsabilidad y la transparencia de las empresas, y la economía de mercado.
- El DEDS refleja su preocupación por una educación de calidad, en la que el desarrollo sostenible forme parte integral de los planes de estudio; que centre su atención en la enseñanza de valores, en una educación cívica y ética que desarrolle la reflexión crítica y la capacidad de hallar solución a los problemas; que inspire confianza en las soluciones colectivas; que promueva la participación en la toma de decisiones; que tenga un carácter utilitario en la vida personal y profesional, y que esté ligada a las necesidades y a los problemas de los contextos local, regional e interterritorial.
- El DEDS debe estar dirigido a todas las personas, sin tener en cuenta para nada su edad; se inserta en la perspectiva del aprendizaje a lo largo de toda la vida, y se inscribe en todas las formas posibles de aprendizaje formal, no formal e informal, desde la infancia hasta la edad senil.
- El DEDS promueve los valores de respeto intergeneracional y la aceptación de la diversidad biológica y cultural, atendiendo al sentido de la equidad, a la justicia, a la responsabilidad, al diálogo, a la tolerancia y al compromiso activo.
- El DEDS exige una estrecha cooperación entre los diversos sistemas e instituciones territoriales en los planos local, nacional, regional e internacional, en los que la creación de redes y de foros de comunicación han de constituir el elemento determinante de los avances en una misma dirección.
- El DEDS se articula como un instrumento de coordinación programática que debe establecer vínculos estrechos entre programas en curso, tales como el Decenio de las Naciones Unidas de la Alfabetización, el programa de Educación para Todos, y los Objetivos de Desarrollo del Milenio.
- El DEDS considera que la aplicación derivada de la ciencia y de la tecnología debe ser consecuente con los objetivos de la sostenibilidad, ya que una aplicación errónea de la ciencia y de la tecnología puede socavar los esfuerzos de protección del medio ambiente.
- El DEDS implica nuevos y diferentes sistemas de pensamiento, lo que requiere creatividad, flexibilidad y reflexión crítica para influir en los sistemas de participación pública para la toma de decisiones.
- El DEDS sugiere que las distintas funciones y las diferentes responsabilidades deben recaer en una serie de órganos y de grupos de diferentes ámbitos –local, nacional, regional e internacional–, en cada uno de los cuales los ciudadanos podrán formar parte de entidades gubernamentales (o intergubernamentales de carácter regional e internacional), de organizaciones de la sociedad civil, y de las no gubernamentales o pertenecientes al sector privado.
§ El DEDS propone como funciones para los órganos gubernamentales e intergubernamentales las siguientes: formulación de políticas y establecimiento de marcos; promoción de consultas y de aportaciones de los ciudadanos; organización de campañas públicas; integración y puesta en práctica de la sostenibilidad en las instituciones, en la administración pública y en los sistemas educativos.
- El DEDS propone como funciones para las organizaciones de la sociedad civil y para las organizaciones no gubernamentales, la sensibilización de los ciudadanos mediante actividades de información, de fomento y de participación en el Decenio; la asesoría y la contribución a la formulación de políticas; la implantación de los principios del Decenio en los contextos educativos no formales, y la creación de estructuras de mediación entre el gobierno y los ciudadanos.
- El DEDS propone como funciones para el sector privado, el desarrollo y la planificación de iniciativas de formación empresarial; la aplicación de modelos de gestión de calidad ambiental; la implantación de mecanismos periódicos de evaluación, de seguimiento y de control, y la definición y difusión de buenas prácticas de producción y de consumo sostenibles.
- El DEDS se debe materializar en una serie de resultados en función de los siguientes objetivos: la integración de aspectos educativos en los planes de desarrollo sostenible; una mayor operatividad en las estrategias de planificación de intervenciones de desarrollo; el incremento de los procesos de cooperación, de programas y de actuaciones de EDS; el fomento de la sensibilización sobre la naturaleza y sobre los principios del desarrollo sostenible; la disponibilidad de una mayor información periódica sobre el tema en medios de comunicación; el fortalecimiento de las alianzas y de las acciones coordinadas con otros programas en curso; una mayor integración de perspectivas y de enfoques de EDS en los procesos formativos; una disponibilidad de recursos materiales y de oportunidades más voluminosa para implicarse en procesos de participación orientados al cambio hacia formas de vida sostenible.
El marco operativo que propone el documento para la consecución de los objetivos del Decenio se organiza en siete estrategias, segmentadas simultáneamente desde cuatro planos (local, nacional, regional e internacional):
- Las actividades de promoción y de prospectiva. La elaboración de una visión de futuro es imprescindible para establecer diagnósticos fundamentados de los problemas ambientales, sociales, culturales y económicos. Todas las acciones de futuro deben considerar estos análisis previos como puntos de partida en la búsqueda de soluciones adecuadas.
- La consulta y la responsabilidad. Los gobiernos deben asumir la responsabilidad de iniciar procesos de consulta periódica sobre sus decisiones, como mecanismos para recabar información de los intereses de los ciudadanos y como garantías de transparencia. La participación ciudadana en la formulación de las políticas constituye uno de los pilares básicos de las democracias modernas.
- Las asociaciones y las redes. La eficacia del Decenio dependerá de la solidez y del carácter integrador de las asociaciones, de las redes y de las alianzas que se construyan. Un factor de éxito será el de la disponibilidad para establecer vínculos entre diferentes iniciativas, programas, agrupaciones y redes que estimulen y que dinamicen de forma positiva la colaboración; para ello, será vital aprovechar las estructuras ya existentes y la optimización de los recursos y de los programas en curso.
- La creación de capacidades y la formación. Como principio general, la mejora de competencias y el desarrollo de acciones formativas que capaciten para la comunicación entre sectores, la planificación coordinada, la gestión de programas, la evaluación de resultados, el diseño de materiales y la coordinación de acciones.
- La investigación y la innovación. El desarrollo de estudios de referencia para establecer indicadores de progreso a lo largo del Decenio aparece como otra de las prioridades, aunque el grado de concreción de esta estrategia es bajo.
- La utilización de las tecnologías de la información y de la comunicación. Las TICs son vitales para toda iniciativa internacional, al actuar como medios óptimos para comunicar a interlocutores lejanos, para agilizar el avance coordinado de los programas, para intercambiar información, para almacenar datos comunes, para transmitir información, y para difundir los avances. Las TICs son la base de la economía del conocimiento, en la que la riqueza se genera mediante la transferencia y la utilización de la información, a fin de minimizar el derroche de energías y de recursos naturales. El avance tecnológico y la disponibilidad cada vez más acentuada de recursos audiovisuales y telemáticos, abre nuevas fronteras a los procedimientos tradicionales de formación, y establece nuevos retos para la alfabetización de los ciudadanos del futuro.
- El seguimiento y la evaluación. La necesidad de implantar sistemas de evaluación queda recogida como prioridad transversal de todas las estrategias del Decenio. Determinar indicadores pertinentes, apropiados y viables de abordar en todas las escalas, es uno de los retos que ha de resolver este plan en sus diferentes facetas y dimensiones; de lo contrario, no dejará constancia de su eficacia.
Expectativas, implicaciones, retos y oportunidades del Decenio en diferentes escenarios
- Implicaciones del Decenio para los organismos de Gestión Ambiental
El Decenio significa una oportunidad para la reflexión sobre los problemas que enfrentamos, convertidos en retos y en desafíos. La creatividad y la imaginación, las respuestas colectivas, son criterios valorados de forma positiva desde el mensaje de las Naciones Unidas. La propuesta es lograr un nuevo enfoque en programas y en actividades, y no tanto en crear nuevas líneas que coexistan de modo paralelo con las anteriores, sino que se crucen con las políticas y con la gestión cotidiana para ir creando escenarios en los que las respuestas sostenibles sean más sencillas y vengan dadas por las nuevas condiciones.
Por lo que se refiere a los organismos de gestión ambiental, la propuesta se encamina hacia esa nueva forma de crear políticas que significa abrir la mano a la participación con transparencia, para lograr llevar la democracia activa a la gestión, a la realidad, y para atreverse a plantear públicamente cuál es el futuro que se está forjando con las acciones actuales, si se quiere así, y, si se quiere cambiar, hacia dónde y cuál o cuáles son las maneras de cambiarlo. La democratización de las decisiones ambientales significa que los ciudadanos puedan tomar parte y asumir responsabilidades sobre la prioridad de las acciones y de sus consecuencias. Sin los ciudadanos, los convenios, las normas y sus mecanismos de sanción, así como las políticas, nunca pasarán de ser bonitas declaraciones.
Esta forma diferente de gestionar nos lleva a negociar con colectivos que no manejan, no ya el mismo discurso, sino ni siquiera el mismo lenguaje. Significa un cambio en las actitudes, un ejercicio de aprendizaje de humildad y de realismo para todos, que parte del reconocimiento de que no tenemos en las manos ni las respuestas ni las soluciones a la crisis ambiental, tan humana, y que necesitamos el concurso de todos para poder pensar en modificar, poco a poco, pero con cierta urgencia, nuestra mirada sobre el mundo, sobre nosotros mismos.
Los convenios internacionales que se han suscrito en materia de medio ambiente están introduciendo los instrumentos sociales con un sentido del aprendizaje que hasta ahora se habían denominado de modo genérico de educación ambiental, con una llamada al aprendizaje de la participación, no sólo como instrumento, sino también como uno de los principios de la sostenibilidad. La participación no es cómoda, ya que exige compartir el poder, es lenta y es cara. Pero también es más efectiva, porque hace que se conserven procedimientos construidos, suma más recursos a medio plazo, garantiza la continuidad de las iniciativas a largo plazo, y facilita su reorientación para el desarrollo futuro. Hace conocer los conflictos, los asume como parte de la tarea de gestionar, y crea procedimientos que formalicen la comunicación, la participación y la búsqueda de acuerdos sobre los que se puedan construir unas nuevas relaciones sociales. Comienza a haber experiencias que tienen entre sus finalidades mejorar la comprensión y la complicidad de la población residente a través de la participación.
La realidad es compleja, del mismo modo que los problemas socioambientales lo son. Ha pasado ya el tiempo de gestionar desde los despachos de las administraciones, de plantear soluciones simples, y de intentar imponer visiones estrechas sobre aspectos parciales.
El Decenio se presenta como una buena ocasión para revitalizar los procesos de concertación, puesto que cuenta con el aval de la comunidad internacional, y porque evita la situación o la sensación de aislamiento, que supone muchas veces un freno para la gestión diferente. No siempre es fácil lograr la relación entre las distintas escalas, de los niveles locales con los internacionales. La aplicación de propuestas derivadas del ámbito internacional precisan una contextualización no siempre sencilla; sin embargo, las comisiones, los foros y los acuerdos creados bajo los auspicios del Decenio pueden significar la dirección efectiva de las acciones, aumentando su visibilidad, y, por tanto, su eficacia.
Hoy en día ya resulta obvio afirmar que el ejercicio tradicional de la imposición y de la confrontación deja réditos muy bajos. En la actualidad se puede llevar a cabo una inversión de tendencias, buscando esos mínimos denominadores desde los que es posible construir acuerdos y establecer alianzas con objetivos comunes. Los instrumentos sociales tienen sus propios requerimientos de tiempo y de acciones previas necesarias para que funcionen. No son mágicos. Hay que superar el desconocimiento de los factores sociales y de los relativos al aprendizaje, y agregarlos a la cultura común como un ingrediente más en la creación de una cultura sostenible en el camino de aprendizaje que significa la sostenibilidad.
La integración en la gestión exige un cambio de énfasis entre lo individual y lo colectivo. El cambio en lo individual es necesario, pero no suficiente. Es preciso articular los procesos y establecer procedimientos regulados que tengan un significado en las relaciones sociales colectivas. Es necesario también conocer los contextos, detectar las resistencias y aprovechar las oportunidades. Por lo que se refiere a la gestión ambiental, una de las mejores oportunidades actuales es, en efecto, la que surge de los convenios internacionales dedicados al ambiente. Pero no es la única. En muchas leyes ambientales se incluyen procedimientos que impulsan la información, la comunicación o la sensibilización de los ciudadanos. Para aprovechar estas oportunidades, los profesionales de la educación ambiental ya disponen de un bagaje de creciente comprensión de las teorías del aprendizaje, de la diversificación de los instrumentos, y de una gran motivación para la propia formación, por lo que empiezan a entrar en el tráfico regular de la gestión.
El Decenio es un proceso en marcha, abierto a todos los que quieren lograr que la gestión sea un territorio común, relacionado con los demás ámbitos de nuestra vida cotidiana a través de un conocimiento y de una participación razonada.
Para lograr este camino de aprendizaje hacia la sostenibilidad, las propias instituciones de gestión, al mismo tiempo que estar dispuestas a negociar con los diferentes sectores sociales, deben realizar procesos de comunicación interna que eviten la creación de unidades estancas en las que los problemas no se resuelven, sino que sólo dan vueltas. Es necesario convertir los ministerios y sus dependencias, las administraciones locales y las regionales, en centros de experimentación y de creatividad, en instituciones que aprenden, en sociedades que cambian.
- La preocupación por los logros y por los resultados tangibles de la Década
El cambio que necesitamos tendremos que construirlo nosotros mismos; no hay soluciones prefabricadas. Está claro que los problemas ambientales surgen del uso que hace la sociedad de los recursos naturales, y que la contaminación procede de formas de producción poco eficientes y de unos estilos de vida insostenibles; son, por tanto, problemas sociales (Calvo, 1997a, p. 6); y también que en esa misma realidad está la de aquellos otros países que, aun teniendo una gran riqueza en biodiversidad y en tradición cultural, viven en la miseria más absoluta. Aquí los problemas sociales y los problemas ambientales se confunden como partes indisociables del todo al que pertenecen. Cada contexto, cada problema, cada grupo humano, tiene que inventar su propio desarrollo de acuerdo con su cultura, contando con las condiciones físicas, biológicas y socioeconómicas de su medio. Las sociedades más avanzadas, las que cuentan con mayores recursos científicos, materiales, tecnológicos y humanos, deben apostar por una cooperación eficiente que ofrezca resultados y pruebas convincentes de avance y de desarrollo. Sin embargo, no se trata sólo de actuar, sino que es necesario reflexionar, debatir y negociar para ir ajustando con más precisión la coordinación en el uso de los instrumentos sociales.
A cinco años de su implementación, la Década recién ha comenzado su andadura. Las críticas están servidas, y las señales de alarma encendidas. Los fracasos acumulados en Johannesburgo respecto al grado de cumplimiento de los objetivos planteados en Río diez años antes, no pueden por menos que generarnos dudas legítimas sobre la efectividad de una empresa de esta envergadura. Se ha puesto especial énfasis en la confusión y en la incertidumbre generadas por este evento, ante los esfuerzos históricos del colectivo profesional de los educadores ambientales. Si bien el documento de la UNESCO contempla en varias ocasiones la necesidad de establecer procedimientos de evaluación y de seguimiento de las acciones y de las iniciativas, deja muchas dudas sin resolver acerca de cómo, con qué instrumentos, por quién y en qué momento se llevarán a cabo dichas evaluaciones.
El Decenio es una iniciativa larga y compleja; desde su inicio debe disponer de medios suficientes para su seguimiento y evaluación, a falta de los cuales será imposible saber si el Decenio da resultados y cuáles. Una de las principales tareas del seguimiento y de la evaluación consistirá en determinar indicadores apropiados, pertinentes y mensurables en todos los planos –local, nacional, regional e internacional–, y para cada iniciativa y programa... Los resultados del seguimiento y de la evaluación se utilizarán para analizar y para modificar la orientación de los programas a lo largo del Decenio, de modo que las actividades sean pertinentes y eficaces. Cada dos años deberá publicarse un informe dirigido al público en general en aras de promover la sensibilización, y para divulgar los avances del DESD.
De manera paralela, al comienzo de la Década surgió un movimiento generalizado de preocupación por la evaluación de la sostenibilidad, que ha comenzado ya a ofrecer algunas pruebas contundentes sobre este tema, y que, en nuestra opinión, puede brindar instrumentos metodológicos de gran interés. Tomando como referencia las metodologías al uso para la construcción de indicadores orientados hacia sociedades sostenibles, asistimos en los momentos actuales al “boom de la era de los indicadores”, tal vez como movimiento pendular preventivo de este idealismo explícito con el que se presentan los discursos bien intencionados. Quizás también como instrumento de seguimiento y de control operativo de la eficacia de los programas, de los planes y de las actuaciones en los contextos, en los individuos y en los territorios a los que van destinados. Esta reacción está siendo especialmente activa en el campo profesional de la educación ambiental, donde se viene reivindicando la necesidad de objetivar los logros de los múltiples programas, actividades e iniciativas de educación ambiental.
Dado que son muchas las instituciones, las asociaciones, las empresas privadas y los colectivos ciudadanos implicados en el diseño y en la aplicación de diferentes programas de sostenibilidad, y que las intervenciones educativas son procesos lentos y progresivos que no producen cambios inmediatos en los sujetos, no resulta fácil:
[...] poner de manifiesto la existencia de una cierta relación directa entre la mejora de ciertas condiciones ambientales o la disminución de determinados problemas ecológicos, y la realización de una determinada intervención educativa. Por este motivo, la evaluación de los efectos ambientales de nuestros programas de EA debería ser el referente de análisis prioritario para valorar el éxito de nuestras actuaciones educativas. Es importante contar con indicadores que nos permitan conocer si la realización de itinerarios ecológicos, las estancias en aulas de la naturaleza, las implicaciones en campañas de participación ciudadana, o la inclusión de los temas ambientales en los programas escolares, por poner sólo algunos ejemplos de intervenciones de EA, están consiguiendo reorientar la marcha vertiginosa de la degradación ambiental a la que se enfrenta el medio en el que vivimos. De lo contrario, no podremos valorar si la orientación y los métodos que estamos empleando en nuestros programas de EA son los más apropiados o, simplemente, están cumpliendo una función decorativa (Benayas, Gutiérrez y Hernández, 2003, p. 13).
El movimiento ambientalista y los educadores ambientales hemos aprendido en estos últimos años de trabajo dos cosas: La primera, es que no tenemos en la mano las soluciones para los problemas, que no sabemos cómo conciliar la satisfacción de las necesidades humanas y las demandas de mejora social con la imprescindible preservación de los sistemas naturales; la segunda, es que el cambio que necesitamos no se puede realizar únicamente con medidas normativas, con acciones coercitivas ni con grandes declaraciones internacionales.
Es indispensable contar con la singularidad de los contextos, y es imprescindible partir de las demandas de las poblaciones para aceptar el principio de que “cada uno cambia por sí mismo”, puesto que “nadie puede cambiar por otro”, y, de esta forma, poder reconocer el valor real que la diversidad cultural encierra como valor añadido para el progreso de la humanidad, haciendo alarde de la máxima de que “donde todos piensan igual, nadie piensa demasiado”.